En la fría noche se arrastran los gusanos,
malditos, gélidos, blandos y viscosos,
jocosos, ciegos por la muerte
que engullen olvidados.
Y mi luna no les ve,
o no les quiere ver.
Y suben por mis piernas, y al amparo de las sombras
me comen, me lamen, me tragan,
roen todos mis huesos, mi sangre, mi vida,
mi alma, mi esencia.
Y me dejan descarnado, expurgado, usado,
saqueado, violado. Y mis huesos blancos,
nacarados, quebrados y astillados,
no ven, o no quieren ver,
a la luna lejana, difusa, extraña
y distinta, que desde otro mundo
me oculta la cara,
sin quererme ver.
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